domingo, 26 de diciembre de 2021

SAGRADO INVIERNO 2021



“Sagrado invierno”, publicación a la que se nombró, con un hálito de sencillez, “Aventura de jardinillos”, nació en 2012, renació en 2015 y regresa ahora, de la mano de Kaleidoskop Artes y Libros, -desde su local ubicado en el edificio Galaxia, en Moncloa, Madrid- convocando Poesía y Arte con el mismo trasfondo de poética común: lo “sagrado” de este tiempo, con el referente de los “Jardinillos de Navidad y Año Nuevo” que hiciera Juan Ramón Jiménez, con el entusiasmo por  la Navidad de tantos poetas, vivido en aquellos años veinte y prolongado hasta los años cincuenta, entre los que destacó la figura esencial de Gerardo Diego. 
Con la misma misteriosa unidad que en ediciones anteriores, dentro de los registros propios de cada autor, gozosamente, ya desde las iniciales, en el SÍ del Sagrado Invierno, se vuelve a respirar una atmósfera rebosante de símbolos, profunda en su sinceridad poética y en la trascendente desnudez de lo sagrado, nueva —desde amplias y hermosas visiones— en cuanto al acercamiento al Invierno y a la Navidad. 
Por todo ello, Kaleidoskop agradece a Silvia Aller, Luis Carnicero, Jeanette L, Clariond, Antonio Colinas, Laura Lucas, José Mª Muñoz Quirós. Alfredo Pérez Alencart y Mª Ángeles Pérez López, como poetas, y a Eva Val, como ilustradora, su participación, su generosidad. 

Sagrado 
Invierno


Los vio midiendo el edén
y unir, al salir de él,
sabiendo que era su fin,
violetas con su cordel.


SÍ 2021



Eva Val

Silvia Aller
Luis Carnicero
Jeanette L. Clariond
Antonio Colinas
Laura Lucas
José Mª Muñoz Quirós
Alfredo Pérez Alencart
Mª Ángeles Pérez López




Silvia
Aller

AMAR LA NIEVE        


Has abierto en mí
la llaga del invierno,
rozando el verbo cálido
sobre los pies de arcángel,
-aquellos que viven huérfanos
del calor de la lumbre-.
Amo la nieve que se oculta
bajo los sauces de tallos grana,
abatidos sobre el arroyo
tan frágiles como el otoño.
Aun así, la amo,
y la forma de tu boca
anhelante sobre las zarzas,
crepitando entre la helada.
Vendrás como la nieve
por los cristales de la infancia
bajo un silencio tembloroso
disfrazado de crepúsculo divino.
Y ahora te espero,
te respiro
como cierva desolada
bramando coágulos albos
y deslizo la memoria
en tu misma nieve que hace formas.



Luis  
Carnicero 

LO BLANCO SOBRE LO NEGRO
 



Descienden en Silencio
                                     en el Frío
geometrías-cristales Cielo-Tierra
signos-vuelo del Círculo infinito.

Nievan templos ardiendo
nievan en el dolor
                            en la violencia
en la pobreza y en el desarraigo
sobre la memoria de la muerte
en las quebraduras de lo perdido.
                                                     Tus brazos
se alzan formando un Portal-triángulo
en el espejo del Monte Sagrado
implorando Misericordia
nombrando lo Blanco en la Noche-abismo.

¡Espuma-Piedra-Árbol-Sangre-Llama
cierras los ojos
                        asciendes
el pecho que nutre sones del agua
que amamanta tus ensueños de Luz.
                                                         Tu voz
se ilumina con el fulgor de la Nube
                                                        invocando Amor
                                                        suplicando el Bien
y tus palabras habitan la Entraña
donde encarna el Verbo y luce la Estrella
                                                                 el Grito!

 

Jeanette L.
Clariond

CANTO DE UN MIRLO EN LA PIEDRA 

                          La mancha en la piedra es nuestra estrella

¿Dónde el brillo abovedado de aquel árbol?
Reflejos del mundo comienzan a esconderse dentro de mí.
Camino los andamios que alivian nuestra miseria.
Más allá del profundo bosque
cestas de acantos
escalonan
el impulso
             migratorio
             de los carriceros
que al alba sobrevuelan los adarves.

¡Cuán terrible el silencio de las horas, el mar, el cielo límpido sobre los cedros!

             El hielo cubre el ventanal
             y la sombra del mirlo se aleja de la gárgola
             hasta disolverse en la niebla.
             Allá, donde el mirlo se pierde, se establece el límite. Allí, y solo allí,
             dejará de confundirse.
             Nacerá el arquitrabe del horizonte, luz 
             intangible,
                        espejo donde solías mirar
             la anchura del río, la materia
             del tejido, la mirada en el acto de descubrir
             lo que resguarda del pasado tu recuerdo.
             Alabastro
             el tiempo de racimos en la balaustrada.

La nieve cae sobre la nieve en la colina, y los dardos del sol,
             centinelas tras el pretil almenado,
             bañan el canto de la piedra
             hacia donde mira el poeta
             las nervaduras de la luz
             y la tarde, un deshilarse plumbago
             en la hondura del ábside.

Árbol verde azulado: por tus manos corre el viento.
             Tiemblo al pensar
             que entre hojas y corteza
             se imprime
la fe en que tu ojo perdurará punto fijo en el horizonte,
cristales que se alzan y descienden a un tiempo
            y juntos tocan el cielo.

¿Cómo medir la longitud de tu alma cuando imprime
los detalles? Veo tu rostro en el almohadillado cuyas líneas cortan el aire
             mientras el amonites asciende en espiral.

Tus manos esbozan la dimensión del hielo
             donde el pez se arquea, rama de sauce,
             y da forma a la eternidad.

Todo en ti contiene la pureza de quien ve crecer
la hierba, florecer los arbustos, amarillear la caléndula
               en el pórtico de la casa.

No te lleves esa luz que derramas en el atrio.
Sabes que con ella converso igual que entre sí dialogan las luciérnagas:
un lavamanos sin espejo.

Trazaste ese Cristo sin que nadie te viera.
              Cédeme tu fracción de sol
              que por las mañanas me pide sentarme a su lado.

              Traza eso que ofreces a los amantes
              y acerca a los niños
              en jardines y plazas.

El alba derramará su niebla sobre los tejados, llamará a mi puerta con la altura 
              del ciprés. Mas lo inmutable del espacio,
              pequeñas capillas radiales,
              se sublevará
              protegido por espléndidas crestas de cicas.

              Victoriosas han brotado de su fósil y enjaezan las encinas.
Las mezclas de mundos cobran demasiada intensidad y no debo reprocharte
              haber colmado mi huerto de infinito.

No se puede huir de lo bello
              eternamente.
 


Antonio
Colinas 

LA MÚSICA DE LO INVISIBLE

                                                                           “…contemplaba la estrella de Navidad”

                                                                                  (BORIS PASTERNAK)

¿Hubo alguien que viera alguna vez
girar en el silencio
de un cielo de oro
una corona de ángeles?
Me refiero a una escena
como la que Botticelli había pintado
en uno de sus cuadros,
la apoteosis
de una Navidad mística.

Al fin un día tuve una respuesta
para esta pregunta.
Fue en una cueva de Belén.
Me encontraba a solas junto a aquella monja
famélica y peregrina
que quién sabe de qué rincón del mundo
había llegado.
¿No sería ella una aparición
de la monja Eteria,
la que un día del remoto siglo IV
vino desde su eremitorio
en los espesos montes del occidente extremo.)

Fue en esa cueva donde vi
(quiero decir sentí) una corona de ángeles
girando sobre el ara
de la estrella de plata
del pesebre.
Era una corona invisible,
pero yo iba sintiendo en mis ojos
la música de las alas de los ángeles.
Sobrevolaban sobre la pobreza.
La pobreza que acaso es otro estado
de la ausencia de amor.

Me pareció escuchar a veces, a lo lejos,
un eco áspero de disparos,
pero dentro la música temblaba
en las llamas de las lámparas de aceite.
La música vencía a las rocas
que una luz de fuego había tornado en oro
y vencía también a la plata de la estrella,
y a la ebriedad del humo azul de incienso.

Y comprendí que había descifrado
el misterio de la corona de ángeles
ahora invisibles,
los que iban produciendo
al girar enlazados por sus manos, una música
que explicaba el amor en la pobreza,
la pobreza en el amor,
pues la soledad de la cueva
tan solo estaba rota por la perturbadora
presencia de la monja peregrina y famélica.

Yo estaba junto a ella cautivado
por aquel haz de nervios de su cuerpo
que también parecía
estar electrizado como el mío
por la música de lo invisible:
la que vencía al oro y a la plata,
la que enternecía
las negras losas de la gruta dentro,
la que enternecía
el desamor del mundo fuera.



Laura
Lucas

ENCINA BLANCA


Nunca me das
el nombre de los árboles
pero bajo el frío
señalas la muerte
o sólo el descanso
si hay hormigas en el tronco
nada queda por dentro
y miro tus manos
su frío de diciembre
que es corteza y hueco

ven,
te voy a mostrar
el secreto tras la mandorla
del niño en el pesebre
cuando aún cuelga de la rama
no la recojas aún
espera que seque la cáscara verdosa
y se abra
como una boca de serpiente
ven, ayuda a tu madre y ven
alrededor de la encina
y otros árboles blancos
así, el silencio entre nosotros 



José María
Muñoz Quirós


EXTRAÑA CERTIDUMBRE


Si ahora
más que en ningún invierno
hemos podido sentir que el frío atrapa
la mirada de un niño.

En esos ojos vuela
el pájaro indefenso
que al elegir la certidumbre
ha descendido
hasta el cobijo de la noche
que alimenta la duda.

Si ahora hemos dejado abierto
el portalón de las palabras
para que cuando las escribas
no te confundas
con el sonido del llanto de la nieve

Y de pronto,
asustado y confuso,
el niño ha despertado
en una mañana de diciembre
cuando hay luz en el centro de la vida.

¿Habrá otro tiempo para que allí nazcas
y que alguien alumbre intensamente
tu paso cierto y tu presencia nueva?

 
 
Alfredo
Pérez Alencart

LA NIEVE VENÍA SOBRE MÍ


La nieve venía sobre mí,
incansable, hasta
ocultar las impurezas
de la tierra,

o lo verde que quedaba
de este invierno.

Y, antes que el frío
se adueñara del lugar,
de pronto brotó un
lirio blanco,

cual heraldo insorteable
de que no todo está
extinguido,

todavía.




Mª  Ángeles
Pérez  López


HAIKÚS DE NIEVE

Fractal de tiempo.
Eco multiplicado.
Flor en el hielo.

          ∞

Límite de agua.
En la seca memoria
llueve la infancia.

          ∞

Página en blanco.
Se aletargan las letras
bajo su manto.

          ∞

Saltan cristales.
El granizo despierta
los versos pares.

          ∞

Urraca blanca.
Corazón silencioso
en la garganta.

          ∞

Sol de carámbano.
Esdrújula imposible.
Agua sin llanto.



Lluvia desnuda.
Sobre el cielo, la nieve.
Cascada muda.